Y además mantienen un blog corporativo donde los responsables de la empresa tratan asuntos relativos a sus proyectos, sus experiencias profesionales y otros temas que, sin duda alguna, son de gran interés.
Entre estos artículos que podemos encontrar en dicho blog me ha llamado especialmente la atención uno sobre el coste real de las renovables. Personalmente, suscribo las palabras redactadas por D. Carlos Bousoño, Dtor. de RSC de Abengoa.
Os dejo el artículo y un enlace al blog para que echéis una lectura a este blog tecnológico andaluz (no olvidemos que Abengoa es sevillana).
El precio de las energías renovables
Uno de los principales problemas que se atribuyen a las energías renovables es que tienen supuestamente un precio superior al de las energías fósiles. Por eso, sus detractores afirman que la generalización de su consumo traería como consecuencia un incremento sustancial de la factura que pagamos los consumidores, un argumento con dos puntos débiles, que quiero abordar brevemente a continuación.
El primero es que si bien es cierto que actualmente el precio pagado por una unidad de energía renovable es mayor que el que se paga por una unidad idéntica de energía fósil, resulta fácil de comprender que esta situación es transitoria y debida a que las tecnologías renovables están, en su gran mayoría, aún en ciernes. Con el paso de los años, la tecnología evolucionará y los costes se abaratarán, de igual manera que ocurrió, por ejemplo, con los ordenadores hace veinte años, o con los teléfonos móviles hace diez. La curva de la experiencia, unida a las economías de escala, puede llegar a reducir los costes de producción en un orden de magnitud. Todo ello sin olvidar que las fuentes de energía renovable, al contrario de lo que ocurre con el petróleo, son gratuitas e inagotables mientras siga existiendo el planeta.
El segundo argumento, y quizás el más importante, es que cuando hablamos del “precio de las energía fósiles” estamos considerando sólo lo que nos cuesta comprarlo, pero no estamos incluyendo otros costes asociados como, por ejemplo, el impacto medioambiental producido por la contaminación o el efecto invernadero que generan. Esto es algo que los economistas conocen desde hace mucho tiempo, técnicamente denominado externalidad [1] negativa: al consumir un determinado producto o servicio generamos un perjuicio a terceros sin que medie ningún tipo de compensación económica. La manera de solucionarlo es sencilla: internalicemos este coste haciendo que lo asuma el consumidor de energías fósiles, mediante la creación, por ejemplo, de un mercado de emisiones cuyo coste se impute sobre el precio de la energía. Es decir, incluyamos en el precio de las energías fósiles el coste económico del desgaste medioambiental que está teniendo para todos su utilización [2]. Por otro lado, debemos también incluir en el precio de las energías renovables las externalidades positivas asociadas, como la mayor independencia energética, el incremento de la seguridad en el suministro o la creación de puestos de trabajo local. Es muy posible que, tras hacer este ejercicio, nos encontremos con la sorpresa de que las energías renovables son mucho más baratas que las fósiles.
Por último, no puedo dejar de hacer mención a otra crítica que con frecuencia se oye en algunos círculos especializados referida a la subvención de las energías renovables. Es evidente que los consumidores no están dispuestos a pagar más por un kilowatio hora proveniente de una central eléctrica de carbón que por un kilowatio hora que proceda de la energía solar, por lo que tiene que ser el Estado quien iguale mediante subvenciones los precios que el consumidor paga por un y otro tipo de energía.
Además, con esta medida se conseguirá atraer la inversión privada desde las primeras etapas para la creación de centrales energéticas renovables, consiguiendo así crear un mercado con suficiente masa crítica a la vez que se produce el despegue tecnológico necesario. Una vez que esto ocurra, se podrá abandonar la política de subvenciones y permitir que el mercado se desarrolle de manera autónoma.
[1] En economía una externalidad es un impacto (positivo o negativo) sobre cualquier parte no involucrada en una transacción económica dada. Las externalidades ocurren cuando una decision adoptada produce costes o beneficios sobre terceras partes no involucradas en la transacción.
[2] Según el informe Stern, el coste económico total del cambio climático (motivado por las emisiones de gases de efecto invernadero) es superior al 1 por ciento anual del producto interior bruto mundial. Una gran parte de ese coste es debido a las emisiones derivadas del uso de energías fósiles.
2 comentarios:
me ha encantado tu blog (lo encontré por casualidad) ¿eres ambientólogo? yo sí....
Muchas gracias, yo soy ingeniero técnico industrial en electricidad.
Ahora mismo me encuentro realizando un master universitario en energías renovables, por lo que, en cuanto tenga internet en casa, espero poder volver a escribir asiduamente.
Un saludo.
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